miércoles, 22 de febrero de 2012

WAR HORSE.



                                

Quizás lo perciba de forma equivocada, pero creo que Steven Spielberg no goza del reconocimiento que se merece como cineasta. A ver, me explico. Sé que sus películas suelen ser taquillazos, que tiene dos Oscars en la categoría de dirección, que fue elegido por los norteamericanos como el mejor director de la historia y multitud de premios más, pero no me refiero a eso. No sé si a ustedes les pasará lo mismo, pero con cada estreno de una de sus películas suelo notar a la gente y a una parte de la crítica especializada bastante reticente, convencidos de volver a encontrarse, solo, con productos llenos de efectos especiales y una sensiblería sonrojante. Algo parecido le pasa a Ken Loach, pero por motivos muy distintos, claro.
“War Horse” es el ejemplo perfecto de lo que hablo. La cursilería de Spielberg pero peor aún, con animales de por medio. Hasta yo, bastante fan, lo reconozco, tenía dudas. Pues bien, ya entiendo su nominación a mejor película en los próximos Oscars, es maravillosa.

Cualquier artista debe dominar la gramática de su arte, y si en esto del cine Spielberg siempre ha sido un superdotado, los años han hecho que su trabajo resulte magistral, tocando los  resortes adecuados en el momento justo. Da igual ver claramente qué cosas están preparadas para emocionarnos, cuando llega el momento, nos emocionan. Nada sobra en “War Horse”, y decir esto de un metraje de casi dos horas y media es mucho.

El argumento es sencillo pero perfecto para el director de “E.T” o “Salvar al soldado Ryan”, la relación de un chaval con su caballo, Joey, y los acontecimientos que ambos vivirán en el transcurso de la primera guerra mundial, además de otros relatos de la guerra que irán confluyendo a lo largo del filme, hilvanados por las desventuras del propio corcel.
La historia (procedente del libro de Michael Morpurgo), al estar protagonizada por un animal, podría entenderse como una fábula, pero más allá de algunos detalles típicos del género (como la relación casi humana de Joey con su amigo, un caballo negro compañero en la contienda) , más bien asistimos a un relato simbólico en el que la amistad y el antibelicismo son el fondo cohesionador y constante de lo narrado. La mejor muestra de ello es esa carrera y a la vez huída encabritada de la batalla, frenada por unos alambres tan desgarradores, dolorosos y opresores como la misma guerra. Cómo es liberado de ellos es el mensaje más importante que nos transmite el filme.

                               

Formalmente muy clasicista, es fácil percibir en la parte inicial y final de la película a ese Spielberg amante del western y de John Ford. Unos paisajes majestuosos; la madre del protagonista (el protagonista humano, quiero decir) ejemplo de personaje femenino de gran fuerza, matriarca que saca su hogar adelante; el padre, borracho pero honorable ( Peter Mullan, un nombre que con Ford hubiese sido legendario, estoy seguro); el sentido de la responsabilidad y el deber, la lealtad que exige una verdadera amistad.       
Por supuesto, además de John Ford, hay multitud de referencias cinéfilas y una de las más destacables es la de “Senderos de gloria”, de su amigo Stanley Kubrick. Si en dicha película se sentó cátedra en cuanto a filmar unas trincheras, en “War horse” lo apreciamos claramente. Con todo esto, no me gustaría quitarle ni un ápice al propio poderío visual que atesora Spielberg, creador como pocos de imágenes deslumbrantes. La ya mencionada huída de Joey del fragor de la batalla; la impresionante carga de la caballería inglesa; la pequeña marcha del ejército alemán, que recuerda a su obra maestra “La lista de Schindler”; el arado que se hunde en la tierra mojada; la capacidad de mostrar una violencia turbadora pero no explícita, adaptada al tipo de historia para todos los públicos que es la película; vamos, un sinfín de ejemplos de la maestría que tiene este hombre para rodar.
            
                                          

Y bueno, si hablamos de maestría, sería imperdonable pasar por alto la maravillosa banda sonora que el eterno John Williams ha creado de nuevo. Son mis compañeros Rafa y Ramón los verdaderos entendidos musicales, pero seguro que me perdonan la intrusión. El tema principal de la película me parece de los más bellos que he oído en mucho tiempo, bastante culpable de que los puntos más emotivos del filme sean tan lacrimógenos.

Creo que, ante todo lo expuesto, una cosa queda clara, es una película cien por cien Spielberg. Si como decía al principio, son del grupo reticente, no la vean. Si no es el caso, no se la pierdan, es magnífica.

Paco (Cinema paradiso).








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