Si a día de hoy hablamos de un cine sencillo y certero, profundamente humanista y procedente de Estados Unidos, hablamos de Alexander Payne. Cualquiera que haya visto “A propósito de Schmidt” o “Entre copas” entenderá de qué hablo. Y al igual que en éstas, un hombre derrotado es el punto de partida.
Dos son los motivos que amargan la existencia de Matt King. Por un lado y tras un grave accidente náutico que deja en coma a su mujer, ser el padre atento que nunca fue, por otro, los problemas éticos y morales que arrastran la decisión de vender unas tierras heredadas pertenecientes a su familia.
Quienes hayan visto la ya mencionada “A propósito de Schmidt” o simplemente, hayan leído las líneas inmediatamente anteriores , caerán en la cuenta de que no nos encontramos ante una comedia descacharrante. Lo digo por la casi siempre maldita forma de publicitar las películas, que puede inducir a esperar otra cosa (qué pena me daban los abucheos en salas abarrotadas a esa obra de arte que es “El árbol de la vida”) . Los Descendientes es cine humanista, sí, pues eso, más un drama que otra cosa, pero elaborado con una gracia (cuenten con las distintas acepciones del término) digna del mejor artesano. Se nota y lo reconozco, me fascina Alexander Payne, pero es que en un Hollywood sobresaturado de indecencia artística películas como las suyas son milagros. La media hora final de esta última cinta es el cine más maravilloso que he visto en mucho tiempo, así de simple. Los primeros planos de la mujer en coma, desnudos de cualquier valoración, sólo la descarnada realidad de la muerte próxima; la despedida de las hijas; Robert Forster, el tipo duro que se deshace ante el estado de su niña; la solemnidad libre de efectismos del hecho que acontece en la canoa o en el propio plano final…lo que les digo, maravilloso.
Un punto importante a reseñar es Hawái, como localización geográfica donde se desarrolla la historia y como ente modelador de los personajes. El sujeto principal, típico hombre gris de oficina, su mujer, moderna y alocada, características personales que quedan amplificadas por el lugar donde desarrollan sus existencias; el ejemplo de Sid, amigo de la hija mayor, imagen quizás un poco tópica del “feliz” vivir del archipiélago; la lucha de la naturaleza y el sentido de lo correcto ante el monstruo del turismo destructivo y los campos de golf, configurada por la bonita historia de la realeza hawaiana y la responsabilidad contraída en la administración de unas tierras de gran importancia para los nativos. A esto podemos unir la propia banda sonora, compuesta cien por cien por artistas del lugar, que unida a la preciosa fotografía de las paradisíacas islas nos muestra un fondo que armoniza a la perfección con lo contado.
El actor protagonista que encarna a Matt es un sobresaliente George Clooney, magistral intérprete del arte de Payne. Despierta una empatía natural; nos estremece y nos hace reír, o lo más difícil, consigue las dos cosas al mismo tiempo. Si no fuera por el señor Dujardin no tendría duda de quién será el ganador del Oscar al mejor actor este año.
Tampoco se quedan atrás las jóvenes actrices que dan vida a las hijas de Matt, sobre todo Shailene Woodley, de la que no conocía sus participaciones en alguna que otra serie y que me ha supuesto una gran sorpresa. Llena de vitalidad y descaro, muy creíble en el papel de adolescente herida y rebelde.
En fin, que me enrollo más de la cuenta y mis compañeros de blog me echan la bronca, no se la pierdan por nada del mundo.
Paco (Cinema Paradiso).
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