LOS DESCENDIENTES.
Llegan los Globos de Oro y los Oscar y de nuevo volvemos a tener a Alexander Payne en la lista de favoritos. Tras Entre Copas y A propósito de Smith, este año se ha colado con su cinta titulada Los Descendientes, muy en la línea de lo que suelen ser sus historias.
Esta película ha llegado precedida por la gran actuación de George Clooney y eso, de entrada, ya me tiraba para atrás. Poco sabíamos sobre la historia y el anuncio de televisión no nos aportaba nada de información. Solo que nos encontramos ante la mejor actuación de George Clooney. Mal rollo. Y digo esto porque si en Monster quitamos a Charlice Theron o en A propósito de Smith quitamos a Jack Nicholson el resultado es que nos encontramos ante un telefilm bien hecho.
Una vez en el cine la mayor sorpresa que me llevo es que no me encuentro ante una comedia como se desprende del citado anuncio de televisión. Ese momento en el que vemos a George Clooney correr torpemente en chanclas por la carretera en un plano fijo, viene precedido por el momento que va a marcar el hilo conductor de la película: su propia hija le acaba de comunicar que su mujer, que está en coma le engañaba con otro.
En este momento el género en el que se va a enmarcar la historia no está muy claro. Tenemos al protagonista, un tipo con éxito y con la vida resuelta gracias a las tierras que le han dejado sus antepasados en Hawai (lugar en el que ocurre todo), que durante años ha vivido por y para el trabajo y ha dejado la educación de sus dos hijas en manos de su mujer, una persona que solo pensaba en divertirse. Así que ahora tiene a una mujer moribunda y a dos hijas indomables con las que lidiar. Por si esto fuese poco, sus tierras, valoradas en unos 500 millones de dólares, están compartidas con el resto de sus primos y el gobierno les obliga a venderlas o las perderán por lo que tienen que ponerse de acuerdo en quién será el comprador.
Por lo tanto tenemos la historia de la mujer apunto de morir en el hospital, que da pie a secuencias de supuesta carga dramática en la que vemos al protagonista darle la noticia a sus hijas, a los amigos y al resto de familiares. Lo que mas me chirría de esta parte es que no entiendo como pretende hacernos pasar un mal trago con la lenta muerte de un personaje al que no hemos llegado a ver en pantalla antes de su accidente y que encima nos van descubriendo hechos que lo único que hacen es crear antipatía hacía ella. Si la explicación es que de este modo no resulte tan doloroso el duelo, entonces mas de la mitad de la historia sobra.
Por otro lado el punto “cómico” en el que los protagonistas, padre, hijas y el descerebrado novio de su hija mayor, se ponen a buscar al amante de la madre mientras ella se muere, no hay por donde cogerlo. Vale que la mujer no le pueda decir nada porque está en coma y la curiosidad sea tan grande como para intentar indagar, pero de ahí a subirse en un avión y recorrerse el país hay un trecho y yo la verdad no me creí nada de todo esto.
Y el tercer hilo argumental es la venta de las tierras, que la verdad importa bastante poco, ya que él está forrado de dinero por lo que poco iba a cambiar su vida.
Cuando todas estas historias comienzan a unirse a mitad de película mi interés por todo lo que salía en pantalla era entorno a 0. No me creo nada, me parece una historia absurda, y se dan situaciones y personajes que parecen escritos por un alumno de la escuela de cine. Eso si, George Clooney hace un muy buen papel, aunque no me atrevería a decir que es el mejor.
Ramon (Cinema Paradiso).
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